Bold Consulting Group. 30 de julio, 2025 – 5 min de lectura
Esta historia me trae recuerdos de 2012, cuando Ecuador vivía el boom de los commodities y había liquidez por todos lados. «Ingeniero, con toda esta plata circulando, ¿ya pues cuándo arrancamos la expansión a Perú?», me había dicho Roberto, un importador con quien trabajé durante el último superciclo de liquidez. Los bancos estaban regalando créditos porque el riesgo país había bajado y las exportaciones estaban en máximos históricos.
¿Te suena conocido con lo que está pasando ahora? En aquella época, después de que llegaron recursos frescos al sistema financiero, vi a varios empresarios tomar decisiones de expansión solo porque «había plata barata». Roberto abrió oficina en Lima, contrató 15 personas nuevas, y compró inventario para 6 meses. Todo muy bonito en papel… hasta que no lo fue.
Y ahí fue cuando me acordé de uno de los principios fundamentales que aplicamos en Bold: la toma de decisiones empresariales no puede basarse solo en disponibilidad de capital, sino en análisis financiero riguroso. Como dice la teoría clásica de finanzas: «La destrucción de valor más elegante ocurre cuando las empresas confunden crecimiento con creación de valor. Es la trampa del ROE alto con ROIC mediocre.»
El problema no es la liquidez disponible, es cómo la inviertes en tu plan estratégico. Roberto estaba celebrando un ROE del 18% (utilidad sobre patrimonio), pero cuando analizamos su balance general y estado de resultados, la realidad era brutal: su ROIC apenas 6%. Su costo de capital, incluso con las mejores condiciones que ofrecen los bancos post-FMI, andaba en 12%. Cada dólar invertido en la expansión destruía 6 centavos de valor.
Los $600 millones del programa FMI, y el aumento de liquidez que esto va a traer, representan una oportunidad extraordinaria para implementar estrategias de crecimiento inteligente, pero solo si tienes métricas y KPIs claros. En Bold hemos visto empresas que aprovecharon coyunturas similares para crear valor real: analizan su flujo de efectivo antes de expandir, optimizan operaciones existentes identificando el verdadero costo de capital, y alinean a sus equipos con indicadores que realmente importan para las ventas sostenibles.
Roberto aprendió esa lección cara durante el último boom: cerró Lima a los 8 meses, perdió $800,000, y tuvo que despedir gente buena. Ahora, con la nueva liquidez del FMI circulando en el sistema, ¿su empresa repetirá los errores del pasado o aplicará un análisis financiero riguroso?
La diferencia entre crecer y crear valor podría ser el factor que determine si su empresa trasciende esta coyuntura o simplemente la desperdicia como muchas lo hicieron en ciclos anteriores.
Bold Consulting Group. 17 de julio, 2025 – 5 min de lectura
Durante un almuerzo ejecutivo en el Country Club, una conversación aparentemente casual reveló uno de los problemas más críticos que enfrentan las empresas ecuatorianas: la gestión inadecuada del ciclo de conversión de efectivo y su relación directa con el déficit fiscal del país
Don Roberto, CEO de una constructora con ventas trimestrales de $50 millones, llegó tarde al encuentro
Roberto: «Disculpa hermano, vengo del banco. Necesito ampliar la línea de crédito» —comentó mientras tomaba asiento.
La ironía era evidente: una empresa con ingresos sólidos solicitando financiamiento adicional
Yo: «¿Problemas?» —le pregunté mientras pedíamos
Roberto: «No entiendo. Vendimos $50 millones este trimestre pero no hay plata para la nómina.»
Yo: Justo esa mañana había leído que el déficit fiscal llegó a $1,255 millones ¿Te das cuenta de quetu problema es idéntico al del gobierno?
Me miró como si estuviera loco
Roberto: «El gobierno gasta más de lo que gana. Yo vendo perfectamente.»
Saqué una servilleta del almuerzo y comencé el diagnóstico:
Yo: «¿Cuánto demoras en cobrar?»
Roberto: «Como 120 días promedio» —respondió después de hacer cuentas mentales
Yo: «¿Y cuánto inventario mantienes?»
Roberto: «Unos 90 días.»
Yo: «¿Y a los proveedores les pagas en…?»
Roberto: «30 días, si no quiero que se enojen» —sonrió nerviosamente
Le mostré el cálculo: su Cash Conversion Cycle era de 180 días. Medio año entre que ponía plata y la recuperaba. «Es como sembrar papas en enero y cosechar en julio», le expliqué. «Mientras tanto, ¿con qué comes?»
El man se quedó pensando. Le conté de Damodaran: «Cash is reality». Las ventas son vanidad, el efectivo es realidad. En 15 minutos diseñamos un plan: descuentos por pronto pago, negociar con proveedores, reducir inventario. Simple pero no fácil
Seis meses después me llamó emocionado. «¡Bajamos el ciclo a 95 días! Liberamos $8 millones». Ya no necesitaba el crédito. Estaba feliz. «¿Y sabes qué es lo más loco?», me dijo. «Me puse a revisar quién nos debía más tiempo…»
«¿Y?», pregunté intrigado
«El 60% de nuestras cuentas por cobrar vencidas son del Estado. Ministerios, municipios, empresas públicas. O sea que el gobierno tiene déficit porque no se cobra a sí mismo. Es como si yo le vendiera a mi propia empresa y nunca me pagara, después dijera que estoy quebrado»
Ahí está el plot twist que nadie quiere ver: El mayor destructor de valor en la economía ecuatoriana no es la falta de ventas. Es un Estado que contamina el Cash Conversion Cycle de todo el sector privado, creando una reacción en cadena de iliquidez. No es que no haya plata. Es que está atrapada en un círculo vicioso donde el mismo que se queja del déficit es quien lo causa
Visión en acción:Antes de culpar a la economía, revisa tu Cash Conversion Cycle. Y si el Estado te debe, empieza a cobrar como si tu empresa dependiera de ello. Porque de hecho, depende
El mayor destructor de valor en la economía ecuatoriana no es la falta de ventas, sino un Estado que contamina el Cash Conversion Cycle del sector privado, generando una reacción en cadena de iliquidez sistémica.
Esta dinámica crea un círculo vicioso donde el mismo actor que genera el déficit fiscal contamina la liquidez del sector privado, amplificando los problemas estructurales de la economía nacional.